A MI "GRAN ALUMNA", QUE NO SE RINDIÓ JAMÁS.

A MI "GRAN ALUMNA",

QUE NO SE RINDIÓ JAMÁS.

Quien nos iba a decir a ella, a mí y al mundo entero, que su último año de vida lo viviríamos cada día inmersas en una gran pandemia, ocasionada por un maldito virus, llamado coronavirus

Desde un año antes, nuestras vidas ya estaban cimbreadas por los problemas que el paso del tiempo y su avanzada edad, iban causando en su cuerpo.

Ella siempre había manifestado claramente su deseo de no ir a ninguna institución para mayores (las residencias) porque allí sólo iban los "viejos" y ella, aunque admitía que estaba vieja, decía que no era vieja.


Yo ya conocía bastante bien el tema de las residencias de la tercera edad y los centros de día, por el largo y angustioso camino recorrido por mis más íntimas amigas, cuando llegó el momento de no poder tener a sus padres/madres en casa. 

Sé bien su sufrimiento y lo que suponía en sus vidas, pasar todas las tardes de todos los días del año en las residencias junto a ellos/as, estimulándolos y dándoles todo su cariño.

Sus madres y padres tenían mucha suerte de tenerlas a ellas, pero la realidad que yo conocía, no era así. Algunas las personas mayores estaban en residencias en contra de su voluntad y muchas de ellas, tenían pocas visitas de sus familiares o ninguna. También las había que estaban contentas, porque había sido su decisión personal.

Las personas mayores generalmente permanecen en los centros, casi sin salir de ellos nunca (no hablo de las personas que están encamadas). Muchos de los centros se encuentran tan apartados y a las afueras de los pueblos, que imposibilitan mucho la normalización cotidiana y la interacción social. La sociedad, podemos decir que, en cierto modo, se olvida de ellos/as.

Pero no toda la sociedad lo hace. Me consta que hay muchas familias y trabajadores/as de las residencias, que se esfuerzan cada día por hacerles felices y que trabajan con alegría y pasión, para ayudarles a cubrir sus necesidades básicas, por acompañarlos, cuidarlos... Ojalá TODOS/AS fueran así siempre. A ellos/as, quiero darles las gracias y mostrarles toda MI ADMIRACIÓN, APOYO Y CARIÑO.

Yo hacía tiempo que reflexionaba mucho sobre el tema de las personas mayores y la mirada que la sociedad tiene de ellas. Una mirada asistencial, que en la mayoría de las ocasiones, se queda anclada ahí. Repensar una nueva forma de vivir esa etapa de otra forma que no sea en los macrocentros, me parecía y me parece, ahora más que nunca, necesaria y empezaba a plantearme qué podía hacer yo.

Desde mi modesta situación y dentro del Proyecto Colaborativo "ONG Compartiendo Ocio", me propuse colaborar con una residencia de Tomares con la que durante algunos años habíamos realizado propuestas puntuales con el alumnado del instituto, para trabajar juntos en ese proyecto, ofreciendo la posibilidad de que alumnos/as voluntarios/as del instituto, pudieran acompañar a las personas mayores junto con sus monitores, fuera del centro por las tardes a tomar café a algún bar cercano, ir al cine, de compras... 

La mayoría del voluntariado que va a las residencias, se queda allí con los ancianos. Esa no era la filosofía del Proyecto. Creo que es necesario cambiar la mirada para poder transformar la vida de las personas mayores en sus últimos años de vida. La pandemia también cortó de raíz ese proyecto cuando empezábamos a ponerlo en marcha. Concienciar desde la escuela de la realidad de las personas mayores es fundamental, porque todos los chicos/as tienen abuelos/as a los que quieren muchísimo.

Poco podíamos imaginar cuando poníamos en marcha ese proyecto, la sociedad y yo, lo que la maldita pandemia IBA A PONER DE UNA FORMA TAN DOLOSA Y DANTESCA DELANTE DE NUESTROS OJOS Y DE NUESTRO CORAZÓN. 

Por mi situación personal, no pude estar informada de la gravedad de los hechos acontecidos en las residencias y fuera de ellas, hasta el mes de junio de 2020, que fue cuando pude comenzar a escuchar y ver noticias. 

La indignación, la pena y la rabia, entre un largo listado de emociones y sentimientos, inundó mi corazón y mi alma. A los seres más vulnerables, a los que habían sobrevivido a una guerra y a una vida llena de miles de dificultades, no se les había atendido, habían muerto solos/as y abandonados. NO PUEDO CREER QUE ESTA ES LA SOCIEDAD QUE HEMOS CONSTRUÍDO.

LA MIRADA QUE DURANTE AÑOS SE HABÍA IDO CULTIVADO HACÍA ELLOS/AS, SALIÓ A LA LUZ EN LA DIFICULTAD Y DIERON PASO A ESA TREMENDA INJUSTICIA.

Pero, como nunca hay mal que por bien no venga, espero y deseo que ESTA REALIDAD, nos haga a todos/as, a nivel particular y a la sociedad en general, VALORAR, RESPETAR, QUERER Y APOYAR  a cada persona mayor para que esté en EL MEJOR LUGAR POSIBLE en el que pueda ser atendida con una VIDA NORMALIZADA, DIGNA Y BUENA, rodeada de su familia con afecto y cariño. 

A día de hoy, podemos decir que poder tener a nuestros mayores con nosotros en casa y cuidarlos, es un lujo y una suerte, que no todas las familias pueden tener.

Siempre quise ser maestra y cuando lo conseguí, me sentí la mujer más feliz del mundo. Poco sabía entonces que esa felicidad se iría acrecentando cada día que trabajaba como maestra.

La escuela con el alumnado, profesorado, familias, etc, siempre ha sido y es una parte muy importante de mi vida. Durante 40 años ha sido mi "trabajo", pero en innumerables ocasiones he dicho: si hoy no fuera maestra en este centro, habría "pagado" por tener el placer de compartir esta maravilla experiencia con vosotros/as.

Mis ojos siempre brillan de forma especial al entrar por la puerta del cole y mi corazón se sigue acelerando, con infinita alegría, al cruzar la puerta de un centro inclusivo. 

Con el correr de los años, mis ilusiones, mis sueños, mis deseos... han ido siempre en aumento y muchos de ellos, he tenido la suerte de verlos cumplidos y de poder ir cerrando bellos círculos que fueron abiertos en distintas etapas de mi vida.

A día de hoy, podría parecer que sigo teniendo veinte años, porque tengo la suerte de seguir teniendo no sólo la misma, sino aún más: Pasión por la educación, Vocación por la enseñanza y el aprendizaje y Corazón para "querer", que cuando empecé a trabajar en el año 1980.

En mi larga carrera docente he trabajado siempre con la diversidad. Cada hora de cada día, me he enfrentado al reto de que la ESCUELA fuera un ESPACIO PARA LA FELICIDAD de todos los alumnos/as. Un reto complejo porque no ha sido fácil caminar por los tortuosos caminos de la exclusión, segregación, integración e inclusión.

Trabajar con el alumnado con NED (necesidades educativas diversas) siempre ha supuesto para mí, un lujo. Tener la oportunidad de estar a su lado, verlos/as crecer y superar dificultades escolares, emocionales, sociales... es algo que no tiene precio y que me ha hecho crecer muchísimo en mi vida personal y laboral. 

Casi siempre, mi trabajo a corto y a largo plazo, tenía su recompensa. Veía crecer y avanzar al alumnado durante la etapa escolar que compartía con ellos/as y sus familias: a veces durante 3 años, otras 4 ó 6 años y en algunas ocasiones, durante 9 ó 10 años y también, una vez finalizada su etapa en la escuela o en el instituto, porque seguía en contacto con ellos/as y sus familias.

Y digo casi siempre, porque también me tuve que enfrentar a trabajar con alumnado, que por sus enfermedades (miopatíadistrofia muscular de Duchenne...), cada día iba perdiendo facultades. 

Cuando empecé a trabajar con el primer alumno con este tipo de enfermedad, me sentía tremendamente triste e impotente. Yo estaba acostumbrada a subir los peldaños de la escalera junto a ellos, siempre avanzando, aunque fuera muy lentamente. Pero no estaba preparada para bajar los escalones.

En esa etapa tuve que aprender a conocer esas enfermedades y las consecuencias que tenían en la persona de forma integral: salud física, emocional, faceta educativa, recreativa... 

Desde ahí, tuve que aprender a gestionar mis emociones, a cambiar mi mirada y sobre todo, a no rendirme, sino a trabajar y luchar cada día junto a ellos y sus familias, para lograr que fueran felices y que tuvieran una "buena calidad en todas las facetas de su vida" en la escuela y fuera de ella. 

Me centré en lo que necesitaban en cada momento y en el presente. Dejé de preocuparme por el futuro y vivir con ellos y con sus familias el día a día, con sus momentos buenos y menos buenos. Y claro que lloré mucho cuando me enteraba que alguno fallecía. Pero esas experiencias siempre fueron positivas y me ayudaron a ser la persona que soy.


En ninguna de las ocasiones fue fácil bajar la escalera junto a ellos, pero siempre sentí que sus sonrisas y nuestra alegría de poder compartir emociones, vivencias y experiencias, merecía mucho la pena. Dejé de tener una mirada triste porque miraba siempre la vida presente.

Después de trabajar cuatro décadas como maestra con alumnado tan diverso, dentro y fuera de las aulas y de los centros ordinarios, en las diversas etapas educativas de Educación Infantil, Primaria y Secundaria, de participar activamente en seminarios permanentes y grupos de trabajo,  impartir cursos de formación al profesorado, talleres sobre diversas temáticas, participar en múltiples eventos educativos (jornadas, encuentros, congresos...) trabajar con asociaciones y con familias... 

...quien me iba a decir a mí, que mi gran alumna, la que no se rindió jamás y con la que tanto he seguido aprendiendo cada día, sería mi querida mami Manuela.

Una mujer alegre, valiente, muy fuerte y creativa, con una maravillosa memoria y sonrisa, que amaba la vida, su autonomía y su libertad.

El día 10 de junio de 2019 yo cumplí 60 años y tenía muy claro, que el curso 2018-19 pondría punto y seguido a mi carrera docente. 

Quería poder disfrutar en mi júbilo educativo, de mis pasiones: la educación, los viajes, la fotografía, el arte y tener la posibilidad de llevar a cabo los proyectos relacionados con ellas, que siempre había querido hacer y que necesitaban el tiempo que no tenía mientras trabajaba.

Al día siguiente de mi cumpleaños, 11 de junio de 2019, mi mami se vino a mi casa a pasar unos días. Y justo en ese momento, empezó a convertirse en mi gran alumna

Desde algunos meses atrás, ella hacía en su casa las "tareas" que yo le comentaba que tenía que hacer para que sus neuronas siguieran activas, pero muchas veces o las hacía a regañadientes o no los hacía.

En enero de 2019, habíamos celebrado su 93 cumpleaños y a partir de ahí, su vejez empezó a dar las primeras señales.

Así que decidí que toda la experiencia acumulada en mi trabajo con el alumnado con necesidades educativas diversas (NED) con sus múltiples dificultades y patología y todos mis conocimientos de psicología, los pondría en marcha para acompañar a mi mami en esta etapa de su camino, para que su calidad de vida fuera la mejor posible.

Siempre he pensado que es necesario poner en cada momento los apoyos necesarios a cada fase, aunque ella al principio, siempre se negaba. Pasó con las gafas de lejos y de cerca, con los audífonos, con el bastón, con la muleta, con el andador, con la silla de ruedas...

Desde junio de 2019 comenzamos día a día y de forma sistemática, a trabajar juntas, con complicidad y a veces, también con algunas exigencias y sin ganas. 

Cada día era diferente al anterior y al posterior. Pero era necesario llevar un ritmo circadiano y rutinas que nos hicieran llevar una vida activa y saludable.

A lo largo de este tiempo como alumna, hubo dos fases:

-Una en la que ella aún tenía clara la estructuración espacio-temporal, es decir sabía dónde estaba, la fecha, hora y el tiempo que duraban los acontecimientos, la motricidad fina estaba bastante bien, la global también, la memoria a corto plazo empezaba a sufrir los primeros deterioros, pero aún veía bastante bien...

-Otra, en la que, poco a poco, fue perdiendo esas nociones y había que ir ajustando las propuestas a realizar, a su estado de salud de cada día.

Su vista empeoró y compramos un reloj grande en el que pudiera ver bien la hora y en una bonita libreta, estructuramos el horario que íbamos a tener a lo largo del día.

Fue todo un acierto, porque cuando se despistaba veía la hora que era y en la libreta miraba en qué momento del día estaba y qué había que hacer. Esta situación era buena porque hacía que ella gestionara, de alguna manera, los tiempos y las actividades a hacer y su autoestima fuera buena, al sentirse autónoma.

Día a día, fuimos trabajando distintas propuestas que en general le gustaban y cuando le salían bien, se ponía muy contenta diciendo: "mira lo bien que lo hago para la edad que tengo".

Algunos de los recursos utilizados son las cartas, fichas, números, letras, libros de colorear, cuentos, libros de refranes...


Algunas de las tareas realizadas:

-Caminar con el andador.

-Hacer ejercicios con las piernas, los pies, los brazos, las manos, muñecas, los hombros, el cuello...

 

-Clasificar fichas y otros objetos por colores, formas. tamaños, cualidades... 



-Realizar seriaciones de varios colores.

-Realizar seriaciones y dibujos con los "pinchitos".

-Clasificar cartas por categorías (oros, copas, espadas y bastos) y luego ordenarlas de menor a mayor o de mayor a menor.

-Decir qué carta estaba antes y después de una concreta.

-Trabajar los números con números de madera, cartas de números y con números de tamaño grande de goma Eva. Yo le dictaba una cantidad, Ej: 47.982 y ella cogía los números y la ponía. Luego, cambiaba los números de posición, formaba otros y decía si era mayor o menor que el formado con anterioridad. Esta propuesta le encantaba.

 

-Reconocer por el tacto los números y las letras de goma Eva, poniéndose un antifaz. Esta propuesta le gustaba mucho.

-Reconocer por el tacto un dominó de objetos cotidianos.

-Decir los nombres de las cartas de frutas y verduras e ir clasificándolas, cartas de profesiones y animales...


-Con una baraja de cartas del abecedario, decir un nombre de persona con la letra mayúscula y otro de cosa con la letra minúscula.

-Con letras del abecedario de madera o de goma Eva componer palabras bisílabas como cosa, pino, tiza, rusa...



-Escribir en la libreta. Lo primero repasar la fecha. Muy complicado a medida que pasaba el tiempo y luego escribir algunas palabras.

-Copiar una palabra que yo escribía en letra muy grande para que la leyera y la viera bien.

-Escribir palabras en la libreta sobre temas concretos: comidas, ropa...

-Repasar dibujos con plantillas, copiar dibujos, colorear, puntear...


-Con las barajas de cartas de sumar y restar hacer las sumas, restas y multiplicaciones de dígitos (cálculo mental)



-Realizar sumas de dígitos en la libreta.

-Trabajar la memoria a través de poesías, refranes y otras memorizaciones que había aprendido en la escuela y a lo largo de su vida. La memoria a largo plazo la tenía excelente: ríos de España, los planetas, las provincias de Andalucía, Cataluña, los meses del año, los días de la semana, la circunferencia...







-Contestar a preguntas sobre la lectura de cuentos como: Alba y la Cigüeña o León y las estatuas.

Al principio, ella era capaz de leer los cuento con la letra grande que tenían, pero luego, yo le leía los cuentos.

-Buscar objetos concretos en una lámina y ver el tiempo que tardaba en encontrarlos.

-Encajar objetos en los lugares correspondientes.

-Hacer dominós con cartas y con piezas de madera madera.

Muchas veces, esas tareas rutinarias le ayudaban muchísimo como "conductas incompatibles" a la tristeza, al llanto y a no centrarse en su melancolía por la "pérdida de su vida", de la que era muy consciente.

A lo largo de nuestra vida, yo no había vivido mucho con ella. De pequeña, como ya he ido contando en mi blog siempre fui maestra, me pasaba mucho tiempo con mis tías y abuela. A los 18 años me fui a estudiar y luego volví dos años a trabajar en mi pueblo en los que vivía parte del tiempo con ella y parte con mi tía Asunción. Luego, empecé a trabajar y vivir en Huelva y Sevilla.

A ella le gustaba venir a mi piso cuando vivía en Sevilla, pero le gustaba ir con su hermana Asunción, sola no. Recuerdo que a la Expo del 92 la llevé varias veces a distintos pabellones. Su cara de asombro era fascinante y su miedo era palpable, al cruzar los suelos de cristal de algunos pabellones.

Como mujer activa y creativa que era, no paraba quieta, hacía todas las tareas de la casa sola, a mí jamás me dejó que le ayudara. Decía que yo aprendiera a coser, a bordar y a otras cosas más importantes que las faenas de la casa, porque esas, ya las aprendería cuando tuviera que hacerlas. 

Siempre estimuló mis aprendizajes, aunque también me decía una y otra vez, al ver la mesa del comedor llena de libros y papeles: "deja ya de estudiar, que estás todo el día con los libros y recoge todo, que vamos a comer".

Le gustaba hacer punto, crochet, distintas labores y siempre encontraba la forma de inventar cosas o "tunear" otras, para hacerlas mas bellas. Aún conservo sus maravillosos pompones de lana de distintos tamaños. sus pañitos de crochet...

También descubrí que ir a mi cole, cuando yo estaba en Primaria y estar con los chicos/as, era algo que quería hacer. En el año 2010 estaba pasando unos días conmigo en mi casa y yo trabajaba con varios compañeros/as el proyecto "a mano o a máquina".

Este proyecto comenzaba con el audiovisual titulado ...EN MI RECUERDO... MI ABUELA MANUELA, que protagonizó ella y que hizo con mucha alegría, interpretando escenas de la vida de antes.

La mañana que estuvo en el cole la disfrutó tanto, que la ha recordado siempre. Hablaba con los alumnos/as, les enseñó a hacer pompones, les recitó poesías, contestó a todas las cuestiones de la entrevista que le hicieron. 

 


Los alumnos/as le leyeron los textos que le habían escrito. A ella le encantaba ver el librito que ese día le regalaron los alumnos/as.


Últimamente, tenía la ilusión de venir conmigo al instituto a conocer mi despacho y a los alumnos/as.

Durante casi 20 años, todos los días a las 2 de la tarde, cuando salía del colegio o a las 3, cuando salía del instituto, ella esperaba con el plato de comida en la mesa, a que yo la llamara por teléfono. Y yo, nada más entrar en casa, era lo primero que hacía.

Muchas veces se me criticaba que yo la había acostumbrado mal, pero la realidad era que yo no podía consentir que sufriera por algo que a mi no me costaba ningún esfuerzo. Es más, lo hacía encantada. Esa llamada era siempre la misma, el mismo diálogo cotidiano que duraba muy pocos minutos. Pero almorzaba tranquila y yo contenta de sentirla, un día más, feliz al oírme.

Desde el año 2005, hemos celebrado las dos juntas y solas, cada fin de año y le hemos dado la bienvenida al nuevo año con un gran abrazo. Somos coquetas y nos gustaba ponernos guapas para comernos las uvas y felicitarnos el nuevo año.


Ella siempre ha estado a mi lado acompañándome y disfrutando junto a mí, de mis momentos mágicos: las inauguraciones de mi exposiciones de fotos individuales y la presentación de mi libro. En estos eventos se ponía más nerviosa que yo y hasta que no terminaba el acto oficial y veía que yo lo había echo bien, no se relajaba.


Juntas hemos celebrado sus cumpleaños y las fiestas de Navidad y cualquier otro evento. Siempre con su mejor sonrisa y accediendo a ponerse las gafas, los disfraces...

Manuela era la menor de 4 hermanos: Asunción, Joaquín, José y ella. Con sólo 10 años vivió la guerra y sufrió durante cuatro años, viendo cómo su madre lloraba constantemente por sus dos hijos que estaban en la guerra. Ella siempre me ha contado que ese sufrimiento la mató. 

A sus 14 años, vivió el fallecimiento de su madre a la que adoraba. Su recuerdo la acompañó siempre y en los últimos tiempos se acordaba y hablaba de ella, cada día.

Durante toda su vida trabajó mucho. No era fácil vivir en aquellos tiempos del hambre y la miseria, pero era valiente y no se rendía. Fue a la escuela hasta los 14 años porque su padre, que era un hombre muy culto, quería que tuviera una buena educación. 

Se casó y tuvo tres hijas, en tres años. Luchó siempre y se empeñó en que estudiáramos. Ella se sentía muy orgullosa y feliz de vernos estudiar y terminar nuestros estudios.

En el año 1989 se quedó viuda cuando falleció mi padre a los 64 años y en poco más de un mes, falleció su hermana Asunción, que tenía mas o menos la misma edad de su marido.

Desde entonces vivió sola, siendo muy autónoma y fuerte. Durante años cuidó a mi tío Pepe, marido de su hermana hasta que falleció. Siempre ha tenido una salud muy buena. Yo casi no recuerdo verla resfriada.

A los 79 años la operaron de un cáncer de mama. Al principio no lo llevó bien porque era muy coqueta, pero muy pronto lo superó y hacía bromas de su situación. 

Y fue precisamente esta enfermedad, la que hizo que se viniera a vivir conmigo varios meses, durante su radioterapia. Ahí, ambas nos descubrimos. Ella como persona mayor y yo como persona adulta. Fui con ella a todas las revisiones, siempre estaba todo bien hasta que 10 años después, le dieron el alta. Estaba curada.

Su 80 cumpleaños lo celebró en mi casa rodeada por mis amigas que siempre fueron también suyas, porque jamás quería estar con personas mayores. Su cuerpo se fue poniendo viejo, pero su corazón y su alma, siempre fueron muy joven.


Para mí era una inmensa alegría verla con tanta energía, ganas de vivir y disfrutando de su autonomía y libertad de vivir sola. 

Era una mujer risueña, comunicadora, extrovertida, amable, ordenada, buena persona, muy impaciente y activa. Le gustaba contar historias y su vida, comer churros y el cocido. No le gustaba vestirse de vieja y los zapatos le gustaban muchísimo. 

En el verano de 2014 yo me iba de viaje a Etiopía y una semana antes de mi viaje, estando en mi casa, le dio una pancreatitis. Estar aquí conmigo y tener el hospital a 10 minutos de mi casa, le salvó la vida. Se recuperó bien, pero en los meses posteriores, le dieron dos pancreatitis más y por un tiempo, se quedó a vivir conmigo en mi casa. 

En ese tiempo, con 88 años, yo no quería que se quedara cada día seis horas sola en mi casa, mientras yo trabajaba en el instituto. Así que, a regañadientes, consintió ir a un Centro de Día que estaba cerca de casa. A los dos días, estaba encantada porque ella hacía con los demás abuelos de maestra y se pasaba el día con la directora y los auxiliares. 

Pero desde las dos de la tarde, se sentaba en la silla mas cercana a la puerta, esperando que llegara yo a las tres, a recogerla. Me contaba todo lo que hacía y me enseñaba sus trabajos coloreados sin salirse, las cuentas... Esas horas que pasaba allí, estaba contenta porque sabía que sólo era ese rato. Pero me contaba con mucha tristeza y pena, las dificultades que veía en las personas que estaban en el centro.

Por suerte, su salud mejoró y volvió a vivir sola, haciendo lo que quería: limpiar la puerta de la calle a las 8 de la mañana, ir los viernes a la placita, desayunar churros...

Con alguna ayuda concreta y puntual, vivió sola hasta las 91 añosLuego, las ayudas fueron más sistemáticas, pero siempre ajustadas al momento que vivía. 

En abril de 2018, a los 92 años, se partió la cadera, la operaron y todo salió bien, pero la movilidad empezó a resentirse y su autonomía a la hora de desplazarse, también. Ahí empezó a sufrir mucho porque veía que la que era su vida, la estaba perdiendo. Nunca le gustó depender de los demás y se sentía mal de pedir ayuda.

Nunca perdió la esperanza de mejorar y la fe en nuestra Virgen del Rocío, que siempre está presente en mi casa, en un mini altar que montó en la mesa del comedor y que ya siempre permanecerá ahí.

La maldita pandemia a ella y a mi nos cogió en un momento muy complicado de nuestras vidas, pero aún así, jamás nos rendimos y resistimos luchado cada día por sobrevivir de la mejor forma que podíamos.

Era necesario invertir el tiempo haciendo "cositas" que de alguna manera, pudiéramos compartir y hacer más llevadero el tiempo de encierro en casa. Hicimos coreografías en vídeo, durante todo el mes de abril. Para ello, tenía que elegir canciones que le gustaban, nos disfrazábamos y hacíamos movimientos al ritmo de la música. Ella los hacía sentada en la silla porque ya no podía estar de pie sola. El repertorio de canciones y cantantes fue muy amplio: la yenka, Macarena, Rasputín, Locomia, la mané, el twist, don diablo, lambada, Gloria, fresa salvaje, gol, poron pompero, palo mayo, casanova, que la detengan, ahora sé que me quieres, corazón contento, el baile del gorila, juntos, es la hora, Salomé, waka waka, mi Huelva tiene una ría, esto es una bomba, sobreviviré y María Isabel.

También rezábamos cada noche la salve a la Virgen a través de internet y celebramos las fiestas y algunos días especiales, con sonrisas y humor.

Esa rutina y las de hacer ejercicios, escribir en la libreta, hacer números, recitar poesías antiguas y refranes... la mantuvieron bastante activa durante bastantes meses en los que la vejez cada día mermaba un poco más su vista, su oído, sus piernas, sus manos...

Pero no se rindió y yo tampoco. El único día que no se levantó de la cama, fue el día que falleció, 17 de enero 2021 a la 1 de la madrugada, tres días antes de cumplir 95 años. En unas cuantas horas, su corazón se apagó, en una muerte dulce y digna, en su cama y en mi casa. 

El dolor, la pena y la tristeza se apoderó de mi corazón, pero estoy segura que esta forma de morir fue una suerte para ella, que no quería ir ni a los hospitales ni a las residencias. 

Quiero pensar, que fue el premio a la lucha y a no rendirse jamás. 

Así comenté su fallecimiento públicamente, a mis amigos/as y a todas las personas que la querían, en mis redes sociales, con motivo de su 95 cumpleaños.

Muchas son las vivencias, sufrimiento, alegría, risas, llanto y emociones múltiples compartidas día a día, noche a noche, en el último año y medio, pero sentir como nos queríamos y nos seguiremos queriendo siempre, es uno de los mejores regalos que la vida me ha podido dar.

Aún sabiendo todo lo que hemos pasado juntas, mil veces volvería a tomar la decisión de acompañarla en ese tramo de su vida. No todo el mundo tiene esa suerte que disfrutamos ella y yo.

Gracias mami por darme la oportunidad de acompañarte en esta parte de tu vida y por querer ser mi gran alumna.

Gracias por quererme siempre de una manera tan intensa y especial. 

Yo te querré siempre con todo mi corazón.

1 Response
  1. InmaHaya Says:

    Un gran artículo,lo comparto con mis hermanos. Mi madre tiene ahora 93, y nos ayudará mucho.
    Por otra parte estoy convencida q te encantaría conocer nuestro proyecto etwinning U Baigghu.
    Un saludo